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LOS DULCES VERANOS DEL JOVEN CONDE DE CEBALLOS

Poesía

NOCHE BUENA

Villancicos y panderetas en la casa,

Humea la chimenea hasta las doce,

Lagrimea el espejo por el frío y la nieve,

Y los pastorcillos cantan a las ovejas. 

Cena y discos anticuados en Navidad,

Los abuelos se divierten tanto como los chiquillos,

Abrasa el horno un apetitoso olor,

Salen ya los mayores a la fiesta callejera. 

Villancicos y oraciones en las casas pobres,

Linternas y juegos en las casas de los ricos,

Regocijo y esperanza en el corazón de todos.

ALGUIEN DIRÁ QUE FUI BUENO

 Alguien dirá que fui bueno,

Se santiguarán las viejas al recordarme,

Los niños cantarán mi nombre en sus juegos,

Y los estudiosos discreparan sobre mi incidencia.

Pero alguien dirá que fui bueno,

Y calificará mis actos de inocentes,

Alguien dirá que fui bueno:

Un buen amigo,

Un buen poeta,

Alguien dirá todas esas mentiras.

(Del poemario inédito Adversos

YA VIENEN LOS TREINTA

 Se acercan los treinta

¡Cuán lejos parecían ayer,

Qué cerca están hoy...!

 Los molinos se detienen

Ante la puerta del abandono

Y el trigo se enmohece

En la mano del granjero 

Se acercan las nieves blancas

Que cubren la corona

Se avecinan las sombras

Que oprimen el pecho 

Se acercan los treinta

¡Cuán lejos parecían ayer,

Qué cerca están hoy...! 

(Del poemario inédito Adversos)

PRÍNCIPE DE VERGARA

Pregunto: ¿son los pájaros mi único estigma?, ¿son ellos mis secretos confesores? 

Soy el poeta de la vanidad y la belleza.

Quisiera haber sido Da Vinci para inventar la perfección de un rostro.

Pintaría, como el hábil maestro florentino,

los dorsos más sensuales, los rostros y labios más voluptuosos.

Buscaría desesperadamente, igual que Pitágoras,

la fórmula para explicar la belleza de una minúscula flor y del universo. 

Quiero ser Maestro para moldear a mi gusto

el tamaño de los ardientes miembros de mis amantes.

Quiero crear ejércitos de cuerpos hermosos

dedicados a mi sensual inclinación.

Todos bailarán en mi honor, todos ellos reclamarán su turno... 

Ja, ja, ja... 

...pero sólo soy un poeta,

ni siquiera puedo traer a la vida una imagen diáfana,

todo mi mundo pertenece a la ingrata zona imaginaria.

Estéril consuelo, patética devoción. 

Pregunto, ¿son los pájaros mi único estigma?,¿son ellos mis secretos confesores?  

Madrid, Febrero 25 de 2003 

(Del poemario Obscena lucidez de un inútil)  

ENTREVISTA (Ataúd para dos)

Fija en tu memoria, ingrato gemelo,

aquellas noches extenuantes

en las que tantos cuerpos no lograron satisfacer

el ardor brutal que te consumía.

Recuerda siempre que sucumbí a todos tus deseos,

que incluso llegué a obligarme a padecer innombrables humillaciones,

¡todo por aliviar tu pena!,

para ahogar esa culpa que te persigue,

ese temor a la infame vejez.

No olvides nunca que los excesos pueden consumirte,

aún más que el remordimiento.

Ten cuidado, poeta,

tu propia inspiración puede ser,

incluso, el infierno.   

Guadalajara, Febrero 21 de 2003

(Del poemario inédito Obscena lucidez de un inútil) 

TRES TIEMPOS

El presagio

la obra

y el castigo

I El presagio 

Temo a casi todo y eso no me hace un cobarde. Soy un cobarde por elección, es decir, me propuse serlo y aunque arrepentido tuve que asumirlo como parte de mi nombre. Hoy lamento enormemente su compañía absoluta, que no deja espacio a la intrepidez. En resumen, es mejor ser gran parte del tiempo un cobarde, y es que a los valientes les ha tocado irse a la guerra y los demás tienen éxito y por tanto temen perder sus pertenencias, o son llamados para cargos en el gobierno. Si embargo, yo soy un vagabundo y temo a todo, excepto a mi condición, aunque me sorprende cuando duermo, aunque escriba lo contrario y mienta a mi diario, relatándole episodios de tristeza; para ser honesto todo lo que afirmo en él, es viceversa.  

La obra 

Los dedos agarran fuertemente la pluma. Los vellos retozan inocentes sobre un delgado brazo. La calculadora cerca y los dibujos ejecutados con ironía estudiantil reflejan la melancolía del débil. No tendrá más de dieciocho años. Padece también de la indiferencia, asustados sus labios por la nieve, han venido a refugiarse lejos de su alcance, donde no estarán a salvo de un beso. Siempre preso de estos encuentros, arrojo la sabiduría hasta el hades. El pálpito frecuente de un músculo nervioso, dirige la mente hasta el estío, mi ira, una guadaña feroz como la pluma, desemboca en impotencia, desahoga en las letras torpemente impresas, confesiones dolorosas e íntimas. Son versos tan diversos y personales que sus nombres se confunden con una sincera biografía, por eso cada punto recuerda una lágrima, una lágrima decidida que cae hasta en el inmenso folio para perderse en la distancia de una memoria ingrata. 

El castigo

 

  Cuánto darían aquellos desconocidos por verse dibujados en mis letras, sin embrago pocos de ellos alcanzan tal privilegio y son justamente los más ingratos, despreocupados van por ahí, silenciosos sin saber que han dejado mi alma en ascuas, desvelada y frenética, sin preocuparse por la salvación de la suya propia. Pero no soy yo el elegido para salvar aquellos cuellos hermosamente cincelados, ni tampoco para rescatar el mío que navega en dirección a la catarata. Por eso busco de manera urgente los bendecidos, de los que deseo perpetuar aunque sea sólo un veloz gesto. Obligado por el azar o el destino, voy palmo a palmo buscando la inspiración y no la encuentro. Es ella la que me encuentra, siempre desprevenido, y de inmediato, aunque en un desierto me encuentre, grito un lápiz de color para amansarla. 

 Ciudad Real, enero de 2003

(Del poemario inédito Obscena lucidez de un inútil)