Blogia
LOS DULCES VERANOS DEL JOVEN CONDE DE CEBALLOS

BARCELONA: CUENTOS DE HADAS Y DESVENTURAS

Personalmente considero la ciudad de Barcelona como la más bella de todas las ciudades españolas. No por mera casualidad estas tierras han sido desde tiempos remotos las más apreciadas por todos los moradores que han ocupado la Península sin importar la época y cultura. La BCN actual, la de las múltiples culturas, quiere acoger al visitante con el mismo encanto que desde hace siglos lo hace con todos los que arriban a sus costas. Me he sentido siempre embrujado por esta ciudad, desde que era un simple párvulo americano que soñaba con los bravíos atardeceres que inspiraron a Joan Maragall sus Visions i cants por allá por los muy florecidos 1900, los que a su vez inundaron la mente del apoteósico pintor y dramaturgo Santiago Rusiñol. Fui ese inocente estudiante que soñó con el poderío monumental del magno Gaudí, que pasó días enteros recorriendo mentalmente la ciudad que aún no conocía. Creo que yo, el muchacho que constantemente promulgó su “ciudadanía del mundo” y el poeta que hoy también la refiere y de la que se enorgullece, me he sentido, desde muy niño, impulsado a ser catalán, y no vergüenza por ello siento. Nunca me he arrepentido de anunciar con contundente voz: “Mi nacionalidad es el mundo”; no obstante, si hubiese podido elegir mi lugar de nacimiento, este, muy seguro, sería la ciudad condal. Empero en Barcelona he perdido cosas, apegos, amores, seres que me han dejado huella y cicatriz: todos estos acontecimientos infectan de cierta amargura ese enorme amor mío por la ciudad… Sin embargo, son sus calles mis hermanas, y sus esquinas mis hijas, y sus ya inexistentes murallas mis amantes. Barcelona amilanada de Eixample. Ciutat Vella e porteña. Rugosa en el Sant Martí. Ducal y altiva en Les Corts. Ribereña de la sierra y muy altiva con Sarriá Sant Gervasí. ¿En donde vi Montjuïc? Oh Horta Guinardo, Nou Barris, Sant Andreu. No olvidar la Gràcia y amar hasta el Tibidabo… ¡Qué vuelva la protección de Cayo Julio César y de Cayo Julio César Octavio Augusto, donde eras llamada Colonia Iulia Augusta Paterna Faventia Barcino y custodiada calladamente por el mons Taber! Quien no te ama, oh mi dolorosa Barcelona, tampoco te merece, quien en ti se mece, no perece, y quien muere, entonces, feliz, eternamente, permanece.

1 comentario

José Escuder -

Entrañable. Felicidades por el artículo, amigo.